Pero eres para mí como la luna, que podría contemplarte hasta ser vieja, radiante y más hermoso que ninguno . . .
El dia que lo vi partir, no pude correr tras él, no pude detenerlo, no pude gritar su nombre y que los demás notaran en mi voz cuanto le necesitaba, no pude. Solo me quede en el mismo lugar de nuestra despedida viendo como poco a poco desaparecía de entre la gente, y cuando me di cuenta de cuánto le amaba se había esfumado y con el mi vida entera.